sábado, 26 de marzo de 2022

 ¡Quedarnos!

Es el centro del país; un lugar cálido, lleno de personas que anhelan con el sueño americano para luego regresar a su tierra para descansar en la vejez. 

19 de septiembre 2021 

Llegamos al estacionamiento de un supermercado ubicado en una de las avenidas grandes de esa ciudad llamada Teocaltiche, Jalisco. En ese lugar ya esperaban un grupo de jóvenes; ellas y ellos acomodaban carteles y fotografías de personas a quienes otras personas buscan. Acomodan pacientemente los materiales como para no volver a dañarles de ninguna forma  ni los rostros,  de alguna de las más de 90 mil personas que fueron desaparecidas en nuestro país. Nos acercamos a ese grupo de personas que buscan a sus familiares,  poco a poco empezamos a dialogar sobre lo que sucede ahora en su ciudad, y nos compartieron que antes no era algo que vivieran/sufrieran; había mucho que contar y era necesario decirlo para no ahogarse/nos. Algunas de las personas que estábamos en  ese espacio nos atropellábamos la palabra, lo repito, era tanto que contar y tanto que compartir, era decirles que nos duele lo que están viviendo, y que justo en otros espacios todo está terrible también. Ellas y ellos nos decían que el lugar donde crecieron, era un espacio que podía describirse como seguro en el pasado; donde llegaban a visitar a sus familiares, y que nunca ha sido importante para ninguna autoridad, pues no les generaba grandes riquezas, donde no tenían la mejor universidad, y tampoco tenían la peor inseguridad. Era un lugar común con gente común (con todo lo que puede implicar esta palabra), pero ahora todo es diferente. 

Yo que soy de fechas o temporalidades, me atreveré a mencionar el día 19 de noviembre, pues según lo que entendí,  todo inició con una balacera ese día en la cabecera del municipio, justo en el lugar donde nos encontrábamos: un estacionamiento de un supermercado. Quizás inició todo antes y eso fue solamente lo visible; quizá la amenaza en las comunidades tenía años acechando. 

Los medios nacionales hablan de enfrentamientos entre dos grupos delincuenciales por lo menos en siete comunidades de Teocaltiche, de las cuales, al menos dos se quedaron sin habitantes después de incendios de autos, sacrificio de ganado a manera de mensaje de horror, mutilaciones, desapariciones, balaceras, y amenazas por parte de al menos dos grupos involucrados.  

Son más de 300 personas desplazadas; tuvieron que dejar sus casas, sus tierras, su ganado, su vida. Alguien más decía que algunas familias no tuvieron opción pues no había a dónde ir, y se decía  para sí y para las personas presentes “...no sabemos qué van a comer, en su mayoría son personas adultas mayores que necesitan atención.” También alguien dice de pronto: “...algunos pudieron enviar a sus hijos varones jóvenes a los Estados Unidos para que no fueran reclutados.” Nadie de los presentes dice ni pregunta quién les recluta ni para qué, todas  las personas presentes asumimos que se trata de algún cartel y los quieren para asesinar y desaparecer a otros jóvenes, o para que sean sus vendedores. Al final implica destruirles la vida. De pronto se escucha a alguien decir que algunas familias vienen huyendo después de caminar durante horas por una terracería para pedir ayuda a los templos, a los medios , a las y los maestros, es decir, a aquellas personas que se piensa puedan tener más opciones para ayudarles a salvarse. 

La realidad es que ninguna persona busca, en primera instancia, a la policía. Si es que se puede hablar de la existencia de la policía, donde la autoridad policial municipal  se encuentra involucrada en al menos 26 desapariciones forzadas, según declaraciones en el 2020 del fiscal de Jalisco, Gerardo Octavio Solís Gómez.
Mientras todo esto se narra frente a mí y mis compañeras, pienso en las mujeres, y entonces me atrevo a preguntar se hace  un silencio prolongado y alguien responde “...a ellas las desaparecen invitándolas a trabajar, o llegan  carros y se las llevan.” Entonces, otra de las personas presentes menciona que las mujeres la están pasando muy mal, pues las familias reunieron sus recursos para que los varones pudieran huir, pero ellas se quedan sin casa, sin tierra, sin sustento, sin pareja, pero con la responsabilidad de las y los hijos, en un espacio de violencia. Es una situación que profundiza su vulnerabilidad y su precarización. Una de las personas que organizaban la manifestación? menciona”...muchas de ellas ni siquiera podían estudiar, no podían salir y hoy están fuera de sus casas, desplazadas, sin herramientas, con miedo y con el cuidado de sus hijas/os.”  Justo en este contexto muchas  de las  mujeres  que se quedan, las que hoy marchan, las que se resisten sin tener donde otra opción que quedarse.

La marcha

Iniciamos la marcha. Poco a poco hicieron presencia los comandantes de la policía estatal; llegaron y se presentaron, sin embargo, fue evidente que nadie podía dialogar con ellos sin sentir que estaban inseguras/os con su presencia. Es decir que en realidad algunas de las personas presentes se vieron en riesgo por la presencia de la policía.

Salimos pasada media hora a las 10 am: Fue la primera marcha por desaparición en Teocaltiche; era una realidad que nunca pensaron transitar, algo que  veían en noticias que solo sucedía en la  CdMx, o el sur del país. Sin embargo, hoy caminaban con la fotografía de algún familiar: su hijo, su hija, su padre, su esposo. Eran rostros de la comunidad rostros conocidos  que hoy aparecen en carteles de búsqueda. El recorrido fue por las calles principales, donde decenas de personas observaban a las familias marchar; casi todas las personas adultas expresaban su solidaridad, todas las personas guardaban silencio como por respeto, algunas cuchicheaban al reconocer en el cartel  a una persona conocida pero ninguno se unía; ninguna de las personas pudo sumarse, sus cuerpos se inmovilizaban. Hoy pienso que es su forma de protegerse, que se trata de su manera de no asumirse desaparecibles, y así poder salir al siguiente día a su trabajo, o a su escuela,  y poder continuar con sus vidas. Caminamos a ratos con consignas y otros momentos en silencio. Caminamos hasta llegar a la plaza donde se ostentan las instituciones al poder “formal, legal” en nuestro país, el palacio municipal con sus puertas cerradas, un jardín con kiosko  (espacios que más tarde servirían de muro de la memoria), y claro, como en todas las ciudades, la catedral en la misma manzana. Debo decir que, en un gesto ingenuo, yo pensé que las campanadas que se escuchaban al arribar a la plaza principal eran un gesto de solidaridad con las familias. Más tarde me explicaron que fue coincidencia, en realidad anunciaban la misa del mediodía un llamado indiferente que hoy duele en este país. 

El despojo

Fuimos casi 20 minutos por terracería. Lo primero que encontramos fue una escuela que yo asumiría que dejó de funcionar ante el desplazamiento, y ante la nula intervención de las autoridades. Después vienen casas y más casas, todas clausuradas de su entrada, algunas con cadenas, otras apenas con mecates; las calles sólo habitadas por los perros, las tiendas cerradas, ningún sonido fuera del que nosotras y las camionetas generábamos. En la plaza un niño pequeño estaba sentado en el suelo junto a un par de ancianos, y en otra esquina del lugar había dos varones. Hoy sabemos que son parte de las pocas familias que decidieron no dejar sus tierras ni sus casas por ser lo único que tienen. Nosotras nos fuimos. 

El dolor de la ausencia y el dolor de las personas que se quedan, es algo que con nada puedo describir; es algo que nos obliga a rascar en la memoria, a recorrer las otras geografías para saber si encontramos alguna alternativa para poderles compartir. Lo que encontramos fue desesperanzador para una comunidad fracturada y desaparecida, pues las opciones apuntan a la organización social al margen de la autoridad. Pero, ¿Qué haces cuando destrozaron tu comunidad?, ¿Cómo la reconstruyes, y cómo la recuperas?
Les dejamos solas y solos. Las opciones institucionales han representado dolor, saqueo, violaciones sexuales, matanzas, violaciones graves a derechos humanos, ahora también por los militares, por  los cuerpos armados, y por las  instituciones. Recordemos las recomendaciones contra la militarización hacia el estado Mexicano; tenemos antecedentes por lo menos desde 1999. 

¿Qué hacer?
¿Cómo recuperar la paz y la justicia?
¿Cómo localizar a las y los jóvenes que fueron desaparecidas/os?
¿Cómo evitar seguir siendo desplazadas/os? cómo recuperar, cómo localizar a las jóvenes o los jóvenes que fueron desaparecidos, cómo no seguir siendo desplazadas/os?

Es tanto el horror que se puede focalizar en un lugar que la opción es irse y despedirse de toda su historia. 
El despojo que produce la  violencia es irreparable.

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