miércoles, 1 de septiembre de 2010

La Muñeca.

Quisiera iniciar con algunas preguntas este texto: ¿El adornar nuestro cuerpo es el enemigo de nuestra dignidad? ¿Quién tiene el poder sobre nuestros cuerpos?
Me gustaría retomar la conocida frase de Simone Beauvior: No se nace mujer: llega una a serlo. Esta frase nos invita a utilizar la retrospectiva, para razonar bajo nuestras herramientas de análisis como es que se llega a ser “mujer”, y deducir que este es un proceso tan estructurado donde intervienen varios actores, es decir: la construcción de la sujeto mujer pasa por varias etapas en donde la participación de los entes sociales juega un papel fundamental, pues les da conciencia, voz, voto e incluso autoridad para codificar el destino de las mujeres.
Entendamos el entorno, para reconocer que las estructuras están formadas por sujetos como el padre, la madre, el hermano, la hermana. Y que estos actores determinan de manera muy importante la construcción del rol social, pues históricamente la familia se encarga de la reproducción de tareas y de la creación de identidad por roles, es decir actividades bien concretas por género.
Dichas actividades marcan el desarrollo de la mujer desde un punto muy diferente al del hombre, con ciertos rituales que la etiquetan como mercancía.
Uno de estos rituales principalmente religiosos pero reproducidos desde la familia es la celebración de los 15 años, el cual es antiquísimo y está cargado de simbología.
Históricamente presenta a la joven con aquellos que estuvieran interesados en contraer nupcias, es decir presentar a las niñas que están listas para ser cortejadas. La creación de “lolitas”, nuevas esposas. Además de posicionar socialmente a la familia, y de permitirle alimentar una boca menos.


Actualmente esta celebración tan esperada por las familias en ningún momento busca modificar estas identidades. Pues tiene como principal simbología, la entrega de la última muñeca, la cual según la costumbre: arroja, obsequia o es sustraída por su padre e intercambiada por una zapatilla o un ramo de flores renunciando a su inocencia y aceptando su nuevo estado adulto. Posteriormente la joven baila con los hombres reunidos en el salón o espacio donde se lleve a cabo la iniciación. Pues por primera vez se le permite ingerir alguna bebida alcohólica, bailar, maquillarse, así como es aplaudido que la cortejen los hombres. La sensualidad de la adolescente busca ser resaltada.

La niña tiene un rompimiento fuerte en esta etapa, al tener que asumirse como mujer a los 15 años. Lo que significa en esta sociedad el “ser mujer”. Lo vulnerable que ahora se encuentra, ahora tiene que cumplir con ciertas características, como el ser ordenada, disciplinada, obediente y no hablar de más. No salir sola a ciertas horas, “darse a respetar”, no vestir de tal manera, pues estás expuesta a las miradas, los gritos, el acoso, la violación…
Este proceso en el que la sociedad deja de verla como una niña, y entonces es permitido verla como un objeto sexual. Oficialmente se convierte en mujercita. Parte básica del devenir mujer. Maquillaje, medias, vestido, zapatillas, adornos, luces, baile, compostura, disciplina, modales, todo un festejo a la construcción de una femineidad que termina por justificar el abuso y la violencia que viven la mujeres. Una construcción que busca mantenerlas subordinadas, dependientes del otro, de todos. Esta imagen de mujer que es productiva ante su lógica patriarcal. Todo un protocolo envuelto en aires de una religiosidad que oprime, jode y determina. .


Mariana Ávila Montejano.
SIN DON



LA CUEVA.

Cuando tengo la terrible
necesidad de marcharme
Busco una guarida.

La esperanza en mis pies
Está enferma de miedo!

Perdiéndome en las calles
busco olvidar el nombre
de la cara alargada de mis pesadillas.

Cuerpo dañado.

Estoy cansada de guardarme en maletas.
Refugiar al llanto.
Llevar los recuerdos de un lugar a otro.

Me vulneran los golpes,
la impunidad me rabia
el eco es nada.

Guarida: brisa de mi cuerpo sin miedo,
pequeño espacio
donde mirar de frente al otro y no huir.


Mariana Ávila Montejano.

Hasta olvidarte...

¡Estoy a punto de dejarte!
Tengo ganas de salir
y de caminar hasta olvidarte.

Ya no quiero ser la Mariana
de tu boca, de tus noches...
Quiero ser la gente que camina
quiero ser olvido y vodka.

Ni tengo, ni doy
ni busco, ni llega
sólo quiero salir
y caminar hasta olvidarte.