Ana
y el antídoto
Por:
Mariana Ávila Montejano
Ana no entendía por qué dejaron de reír juntas, ni por qué sus largas caminatas de regreso de la escuela cambiaron por un
aburrido autobús con su tía Martha. Ella
pensaba que poco a poco su mamá se estaba apagando. Imaginaba un cuento de
hadas en las que éstas se empezaban a
quedar sin luz porque la gente no creía en la magia.
Un día llegaron por su madre. Recuerda que la subieron a una camioneta
blanca, tenía la cabeza cubierta por unos trapos color morado, y ya no pudo
verla. Alguien le explicó que una cosa horrible se había metido en el pecho de
su madre. Ella pensaba que quizás era la tristeza: escuchaba llorar a su madre
por las noches, abrazada a su tía Martha.
Recuerda que en las películas de hadas siempre
encontraban un antídoto, y ella estaba dispuesta a realizar todo lo necesario
para sacar esa cosa horrible del pecho de su madre.
Una mañana, Ana escuchó en las noticias que un grupo de científicas
mexicanas había encontrado un antídoto que lograba inhibir las células cancerígenas en una de sus pruebas. En ese momento vino a su
mente que las adultas de su casa hablaban de aquello como causa de la tristeza
de su madre; la sorpresa fue que el antídoto venía de un
alacrán, y entonces Ana recordó que en casa de su tía Martha había alacranes.
Estaba feliz. Tuvo que planear cómo podía conseguir el antídoto para salvar a
su madre.
Esa semana, después de escuchar la noticia, Ana insistió en quedarse a dormir en el
lugar de la tía Martha. Se le
notaba ansiosa, al final aceptaron por
todo lo que estaba pasando.
Ana estuvo esperando a que oscureciera para
poder salir al patio y agarrar alacranes sin que la regañaran, pues siempre le
decían que tuviera mucho cuidado con ellos.
Esa noche Ana lo logró: consiguió atrapar al
portador del antídoto para salvar a su madre. La pequeña, con sus cinco años,
se fue a su cama con el alacrán entre sus manos, ella sentía dolor y poco a
poco le fue más difícil respirar, pero no quería que nada la
separara del bicho. Sólo quería que amaneciera para pedir a las adultas que la
llevaran con su mamá y entregarle el antídoto.
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