sábado, 26 de marzo de 2022

 

Ana y el antídoto

Por: Mariana Ávila Montejano

Ana no entendía por qué dejaron de reír juntas, ni por qué sus largas caminatas de regreso de la escuela cambiaron por un aburrido autobús con su tía Martha. Ella pensaba que poco a poco su mamá se estaba apagando. Imaginaba un cuento de hadas en las que éstas se empezaban a quedar sin luz porque la gente no creía en la magia.

Un día llegaron por su madre. Recuerda que la subieron a una camioneta blanca, tenía la cabeza cubierta por unos trapos color morado, y ya no pudo verla. Alguien le explicó que una cosa horrible se había metido en el pecho de su madre. Ella pensaba que quizás era la tristeza: escuchaba llorar a su madre por las noches, abrazada a su tía Martha.

Recuerda que en las películas de hadas siempre encontraban un antídoto, y ella estaba dispuesta a realizar todo lo necesario para sacar esa cosa horrible del pecho de su madre.

Una mañana, Ana escuchó en las noticias que un grupo de científicas mexicanas había encontrado un antídoto que lograba inhibir las células cancerígenas en una de sus pruebas. En ese momento vino a su mente que las adultas de su casa hablaban de aquello como causa de la tristeza de su madre; la sorpresa fue que el antídoto venía de un alacrán, y entonces Ana recordó que en casa de su tía Martha había alacranes. Estaba feliz. Tuvo que planear cómo podía conseguir el antídoto para salvar a su madre.

Esa semana, después de escuchar la noticia, Ana insistió en quedarse a dormir en el lugar de la tía Martha. Se le notaba ansiosa, al final aceptaron por todo lo que estaba pasando.

Ana estuvo esperando a que oscureciera para poder salir al patio y agarrar alacranes sin que la regañaran, pues siempre le decían que tuviera mucho cuidado con ellos.

Esa noche Ana lo logró: consiguió atrapar al portador del antídoto para salvar a su madre. La pequeña, con sus cinco años, se fue a su cama con el alacrán entre sus manos, ella sentía dolor y poco a poco le fue más difícil respirar, pero no quería que nada la separara del bicho. Sólo quería que amaneciera para pedir a las adultas que la llevaran con su mamá y entregarle el antídoto.

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